Sí, cada huésped que viene al hospedaje y al reino de este mundo, abre sus ojos e imagina quien es el maestro de este buen hospedaje, que se parece al más generoso banquete, a la más ingeniosa exhibición, al mejor y más maravilloso lugar de recreación. Al más majestuoso campamento militar y lugar de entrenamiento, al más profundo y sabio lugar de instrucción. Él se pregunta a sí mismo quién es el autor de este maravilloso libro y quién es el monarca de este reino sublime. Allí primero se presenta la cara hermosa del cielo, que está escrita con las letras doradas de la luz. Aquella cara lo llama diciendo, “Mírame, y te dirigiré hacia lo que buscas”.
Él mira entonces y ve que una manifestación de dominación realiza varias tareas en el cielo: sostiene en lo alto del cielo, sin ningún pilar de apoyo, cientos de miles de cuerpos celestes, algunos de los cuales son mil veces más pesados que la tierra y los hace girar setenta veces más rápido que una bala de cañón; esto hace que se muevan en armonía y ardiendo constantemente, sin el uso de ningún combustible; esto elimina estas grandes masas sin perturbación o desorden alguno; pone al sol y a la luna a trabajar en sus respectivas tareas, sin aquellos grandes cuerpos que a veces se rebelan; administra dentro del espacio infinito –la magnitud de esto no puede ser medida en figuras que deberían estirarse de polo a polo– todo lo que existe, al mismo tiempo, con la misma fuerza, de la misma forma, manera y modo, sin la menor deficiencia; reduce a la obediencia sumisa a su ley todos los poderes agresivos inherentes en aquellos cuerpos; limpia y lustra la cara del cielo, quitando toda la escoria y le niega la entrada a esta gran asamblea; hace que aquellos cuerpos maniobren como un ejército disciplinado; y entonces, haciendo girar la tierra, muestra el cielo cada noche y cada año en una forma diferente, como una pantalla de cine que muestra escenas verdaderas e imaginativas al auditorio de la creación. Hay dentro de esta actividad dominante una verdad que consiste en subyugación, administración, revolución, orden, purificación y empleo. Esta verdad, con su grandeza, atestigua la existencia necesaria y la unidad del Creador del Cielo y declara esa Existencia estando más manifiesta que la del cielo.