DESTELLO UNO

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فَنَادٰى ﯺﰆ الظُّلُمَاتِ اَنْ لَٓا اِلٰهَ اِلَّٓا اَنْتَ سُبْحَانَكَ اِﯼﰇﰍ كُــنْتُ مِنَ الظَّالِم۪ـينﭯ
اِذْ نَادٰى رَبَّهُ اَﯼﰇﰍ مَسَّنِىَ الضُّرُّ وَاَنْتَ اَرْحَمُ الرَّاحِم۪ـينﭯ
فَاِنْ تَوَلَّوْافَقُلْ حَسْبِىَ اللّٰهُ لَٓا اِلٰهَ اِلَّاهُوَعَلَيْهِ تَوَكَّلْتُ وَهُوَ رَبُّ الْعَرْشِ الْعَظ۪يمﭭ
حَسْبُنَا اللّٰهُ وَنِعْمَ الْوَك۪ــيلُ  ﱳ لَا حَوْلَ وَلَا قُوَّةَ اِلَّا بِاللّٰهِ الْعَلِىِّ الْعَظ۪يمﭭ
يَا بَاﯻﰍ أَنْتَ الْبَاﯻﰍ يَا بَاﯻﰍ أَنْتَ الْبَاﯻﰍ  ﱳ لِلَّذ۪ينَ اٰمَنُوا هُدًى وَشِفَٓاءٌ

[Ésta, la primera parte de la Carta Treinta y Uno consiste de seis Destellos, cada uno de los cuales describe una de las muchas luces de las aleyas y frases mencionadas. La recitación de cada una de estas treinta y tres veces, en especial entre Magrib e Isha, las oraciones del ocaso y de la noche, es muy meritoria.]

Destello Uno

 

La súplica de Hadhrat Yunus ibn Matta (que la paz sea sobre nuestro Profeta y sobre él) es una súplica muy poderosa, un medio muy efectivo para la aceptación de la oración. El resumen de la reconocida historia de Jonás (p.) es como sigue:

 

Fue arrojado al mar y tragado por un gran pez. El mar estaba tormentoso, la noche, turbulenta y oscura y la esperanza, exhausta de todos lados. Pero fue mientras él estaba en esa situación que su súplica:

لَٓا اِلٰهَ اِلَّٓا اَنْتَ سُبْحَانَكَ اِﯼﰇﰍ كُــنْتُ مِنَ الظَّالِم۪ـينﭯ

era un medio de salvación para él de repente. El gran misterio de esta súplica es este:

En esa situación todas las causas estaban totalmente suspendidas, porque Jonás necesitaba para salvarse a quien cuya orden obligara al pez y al mar, y a la noche y al cielo. La noche, el mar y el pez se habían unido en su contra. Sólo quien cuya orden pudiera someter a estos tres podría arrojarlo a la corriente de salvación. Incluso si todos los seres se hubieran vuelto su siervo y ayudante, hubiera sido en vano. Es que las causas no tienen efecto. Ya que Jonás vio con el ojo de certeza que no había refugio más que en el Provocador de las Causas y se le develó el misterio de la Unicidad Divina dentro de la luz de la Unidad Divina, su súplica fue capaz de repente de someter a la noche, al  mar y al pez. A través de la luz de la Unidad Divina, fue capaz de transformar el estómago del pez en un submarino; y el mar con las olas horribles y turbulentas como montañas, en una planicie apacible, un lugar agradable de excursión. A través de la luz de la Unidad, fue capaz de barrer el semblante del cielo, aclarar todas las nubes y establecer la luna sobre su cabeza como un farol. Los seres que lo habían estado presionando y amenazando de todos lados le mostraron un rostro amigable en todas las direcciones. Así alcanzó la orilla de la salvación, donde debajo de una planta de calabaza observó este favor del Sustentador.

Ahora estamos en una situación cien veces más horrible que en la que Jonás (p.) se encontró primero. Nuestra noche es el futuro. Cuando contemplamos nuestro futuro con el ojo de la negligencia, es cien veces más oscuro y más temible que su noche. Nuestro mar es este globo que gira. Cada ola de este mar carga con miles de cadáveres y así es mil veces más aterrador que su mar. Nuestro pez es los deseos de nuestra alma maligna que lucha por meterse en nuestra vida eterna y destruirla. Este pez es mil veces más maléfico que el suyo porque su pez podría destruir una vida de cien años mientras que el nuestro busca destruir una vida de cientos de millones de años. Ya que este es nuestro verdadero estado, deberíamos imitar a Jonás (p.) y apartarnos de todas las causas y buscar refugio directamente en el Provocador de las Causas, es decir, nuestro Sustentador. Deberíamos decir:

لَٓا اِلٰهَ اِلَّٓا اَنْتَ سُبْحَانَكَ اِﯼﰇﰍ كُــنْتُ مِنَ الظَّالِم۪ـينﭯ

y comprender con visión de certeza que es sólo Él quien puede ahuyentarnos de los daños del futuro, de este mundo, y de los deseos de nuestras almas malignas, unidos en nuestra contra por nuestra negligencia y extravío. Porque el futuro está sujeto a Su orden, el mundo a Su jurisdicción y nuestra alma a Su administración.

¿Qué otra causa hay más que el Creador de los Cielos y de la Tierra que pueda conocer los pensamientos más sutiles y secretos de nuestro corazón? ¿Quién puede iluminar el futuro para nosotros estableciendo el Más Allá? ¿Quién puede salvarnos de los millares de olas abrumadoras del mundo? ¡Que Allah no lo permita! Fuera del Necesariamente Existente, no hay nada que pueda de ninguna manera auxiliar ni salvar excepto por Su permiso y voluntad.

Ya que este es el caso, como resultado de su súplica, el pez se transformó para Jonás en un vehículo, o un submarino, y el mar, en una planicie apacible; y la noche se volvió gentilmente iluminada por la luna, así también deberíamos decir con el misterio de esa súplica:

لَٓا اِلٰهَ اِلَّٓا اَنْتَ سُبْحَانَكَ اِﯼﰇﰍ كُــنْتُ مِنَ الظَّالِم۪ـينﭯ

Con la oración لَٓا اِلٰهَ الَّٓا اَنْتَ, debemos llamar la atención de la misericordia Divina sobre nuestro futuro; con las palabras سُبْحَانَكَ , sobre nuestro mundo; y con la frase اِﯼﰇﰍ كُــنْتُ مِنَ الظَّالِم۪ـينﭯ, sobre nuestra alma. Así, nuestro futuro se ilumina con la luz de la fe y la luminosidad de la luna del Corán y el asombro y el terror de la noche se transforman en familiaridad y excursión. Entonces también, embarcados en el barco de la verdad del Islam, diseñado en el astillero del Sabio Corán, podemos pasar a salvo por el mar de esta morada mundanal, que a través de la alternancia de la vida y la muerte hospeda a un sinfín de cadáveres cargados sobre las olas de los años y siglos y arrojados a la nada. Una vez abordado ese barco, podemos alcanzar la costa de la salvación y cumplir el deber de nuestra vida. La tempestad y el oleaje del mar parecerá una serie de imágenes placenteras en una pantalla y en lugar de provocar terror y horror, deleitará, acariciará e iluminará la mirada reflexiva y meditativa. En virtud del misterio del Corán y del efecto de ese Criterio de Verdad y Falsedad, nuestra alma ya no nos manejará sino que se volverá nuestra montura. Mientras la manejamos, será un medio poderoso para que alcancemos la vida eterna.

 

La súplica de Hadhrat Yunus ibn Matta (que la paz sea sobre nuestro Profeta y sobre él) es una súplica muy poderosa, un medio muy efectivo para la aceptación de la oración. El resumen de la reconocida historia de Jonás (p.) es como sigue:

 

Fue arrojado al mar y tragado por un gran pez. El mar estaba tormentoso, la noche, turbulenta y oscura y la esperanza, exhausta de todos lados. Pero fue mientras él estaba en esa situación que su súplica:

لَٓا اِلٰهَ اِلَّٓا اَنْتَ سُبْحَانَكَ اِﯼﰇﰍ كُــنْتُ مِنَ الظَّالِم۪ـينﭯ

era un medio de salvación para él de repente. El gran misterio de esta súplica es este:

En esa situación todas las causas estaban totalmente suspendidas, porque Jonás necesitaba para salvarse a quien cuya orden obligara al pez y al mar, y a la noche y al cielo. La noche, el mar y el pez se habían unido en su contra. Sólo quien cuya orden pudiera someter a estos tres podría arrojarlo a la corriente de salvación. Incluso si todos los seres se hubieran vuelto su siervo y ayudante, hubiera sido en vano. Es que las causas no tienen efecto. Ya que Jonás vio con el ojo de certeza que no había refugio más que en el Provocador de las Causas y se le develó el misterio de la Unicidad Divina dentro de la luz de la Unidad Divina, su súplica fue capaz de repente de someter a la noche, al  mar y al pez. A través de la luz de la Unidad Divina, fue capaz de transformar el estómago del pez en un submarino; y el mar con las olas horribles y turbulentas como montañas, en una planicie apacible, un lugar agradable de excursión. A través de la luz de la Unidad, fue capaz de barrer el semblante del cielo, aclarar todas las nubes y establecer la luna sobre su cabeza como un farol. Los seres que lo habían estado presionando y amenazando de todos lados le mostraron un rostro amigable en todas las direcciones. Así alcanzó la orilla de la salvación, donde debajo de una planta de calabaza observó este favor del Sustentador.

Ahora estamos en una situación cien veces más horrible que en la que Jonás (p.) se encontró primero. Nuestra noche es el futuro. Cuando contemplamos nuestro futuro con el ojo de la negligencia, es cien veces más oscuro y más temible que su noche. Nuestro mar es este globo que gira. Cada ola de este mar carga con miles de cadáveres y así es mil veces más aterrador que su mar. Nuestro pez es los deseos de nuestra alma maligna que lucha por meterse en nuestra vida eterna y destruirla. Este pez es mil veces más maléfico que el suyo porque su pez podría destruir una vida de cien años mientras que el nuestro busca destruir una vida de cientos de millones de años. Ya que este es nuestro verdadero estado, deberíamos imitar a Jonás (p.) y apartarnos de todas las causas y buscar refugio directamente en el Provocador de las Causas, es decir, nuestro Sustentador. Deberíamos decir:

لَٓا اِلٰهَ اِلَّٓا اَنْتَ سُبْحَانَكَ اِﯼﰇﰍ كُــنْتُ مِنَ الظَّالِم۪ـينﭯ

y comprender con visión de certeza que es sólo Él quien puede ahuyentarnos de los daños del futuro, de este mundo, y de los deseos de nuestras almas malignas, unidos en nuestra contra por nuestra negligencia y extravío. Porque el futuro está sujeto a Su orden, el mundo a Su jurisdicción y nuestra alma a Su administración.

¿Qué otra causa hay más que el Creador de los Cielos y de la Tierra que pueda conocer los pensamientos más sutiles y secretos de nuestro corazón? ¿Quién puede iluminar el futuro para nosotros estableciendo el Más Allá? ¿Quién puede salvarnos de los millares de olas abrumadoras del mundo? ¡Que Allah no lo permita! Fuera del Necesariamente Existente, no hay nada que pueda de ninguna manera auxiliar ni salvar excepto por Su permiso y voluntad.

Ya que este es el caso, como resultado de su súplica, el pez se transformó para Jonás en un vehículo, o un submarino, y el mar, en una planicie apacible; y la noche se volvió gentilmente iluminada por la luna, así también deberíamos decir con el misterio de esa súplica:

لَٓا اِلٰهَ اِلَّٓا اَنْتَ سُبْحَانَكَ اِﯼﰇﰍ كُــنْتُ مِنَ الظَّالِم۪ـينﭯ

            Con la oración لَٓا اِلٰهَ الَّٓا اَنْتَ, debemos llamar la atención de la misericordia Divina sobre nuestro futuro; con las palabras سُبْحَانَكَ , sobre nuestro mundo; y con la frase اِﯼﰇﰍ كُــنْتُ مِنَ الظَّالِم۪ـينﭯ, sobre nuestra alma. Así, nuestro futuro se ilumina con la luz de la fe y la luminosidad de la luna del Corán y el asombro y el terror de la noche se transforman en familiaridad y excursión. Entonces también, embarcados en el barco de la verdad del Islam, diseñado en el astillero del Sabio Corán, podemos pasar a salvo por el mar de esta morada mundanal, que a través de la alternancia de la vida y la muerte hospeda a un sinfín de cadáveres cargados sobre las olas de los años y siglos y arrojados a la nada. Una vez abordado ese barco, podemos alcanzar la costa de la salvación y cumplir el deber de nuestra vida. La tempestad y el oleaje del mar parecerá una serie de imágenes placenteras en una pantalla y en lugar de provocar terror y horror, deleitará, acariciará e iluminará la mirada reflexiva y meditativa. En virtud del misterio del Corán y del efecto de ese Criterio de Verdad y Falsedad, nuestra alma ya no nos manejará sino que se volverá nuestra montura. Mientras la manejamos, será un medio poderoso para que alcancemos la vida eterna.

 

En Breve: El ser humano, según la naturaleza abarcativa de su ser, tal como sufre de malaria,  así también sufre de las sacudidas y temblores de la tierra y la convulsión suprema del universo en el Ultimo Día. Tal como teme por un microbio ínfimo, así también teme por un cometa que aparece entre los cuerpos celestes. Tal como ama a su hogar, así también ama el mundo amplio. Tal como ama a su pequeño jardín, así también ama fervientemente al paraíso infinito y eterno. El objeto de adoración del ser humano, el Sustentador, el refugio, el salvador y el objetivo entonces sólo puede ser Quien en la mano de Cuyo disposición está todo el universo, bajo Cuyo comando están los átomos y los planetas. El ser humano tal así, necesita decir constantemente como Jonás (p.):

لَٓا اِلٰهَ اِلَّا اَنْتَ سُبْحَانَكَ اِﯼﰇﰍ كُــنْتُ مِنَ الظَّالِم۪ـينﭯ

سُبْحَانَكَ لَاعِلْمَ لَنَٓا اِلَّا مَا عَلَّمْتَنَاﮈﮈ اِنَّكَ اَنْتَ الْعَل۪يمُ الْحَك۪ــيمُ

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