PALABRA DIEZ

¡Oh, tonto! Tú preguntas: “¿Cómo es posible que este reino vasto sea destruido y reestablecido en otro lugar?”

Tú ves que cada hora ocurren numerosos cambios y revoluciones, tal como esa transferencia de un reino a otro que tu mente no acepta. De esta reunión y dispersión se puede deducir que un cierto propósito está oculto dentro de estas rápidas uniones y separaciones, estas composiciones y disoluciones. Diez años de esfuerzo no se dedicarían a una unión destinada a durar no más de una hora. Entonces estas circunstancias que atestiguamos no pueden ser fines en sí mismos; son un tipo de parábola de algo más allá de ellas mismas, una imitación. Ese ser excelso los trae de una manera milagrosa, para que tomen forma y luego se fusionen, y el resultado es preservado y grabado, del mismo modo en que cada aspecto de una maniobra en el campo de batalla es anotado y grabado. Esto implica que los procedimientos en un gran concurso y reunión se basarán en lo que sucede aquí. Además, los resultados de todo lo que ocurre aquí serán mostrados permanentemente en una exposición suprema. Todos los fenómenos trascendentes y fluctuantes que vemos aquí darán fruto de forma eterna e inmutable.

Todas las variaciones que observamos en este mundo son, entonces, para una felicidad suprema, un tribunal elevado, en pro de los objetivos exaltados que aún son desconocidos para nosotros.

Undécimo aspecto: ¡Ven, oh, amigo obstinado! Embarquémonos en un avión o en un tren que viaje de este a oeste, es decir, del pasado al futuro. Veamos qué trabajos milagrosos ha realizado ese ser en otros lugares.

Mira, hay maravillas en cada mano como las moradas, los espacios abiertos y las exhibiciones que vemos. Pero son todas diferentes con respecto al arte y a la forma. Observa bien, sin embargo, la sabiduría manifiesta que denota orden, indicaciones de compasión evidente,  signos de justicia elevada, y los frutos de infinita misericordia. Ve, observa en las moradas trascendentes, estos espacios abiertos transitorios, estas exhibiciones efímeras. Alguien que no carezca completamente de perspicacia comprenderá con certeza que ninguna sabiduría puede imaginarse más perfecta que la suya, ninguna providencia más bella que la suya, ninguna compasión más abarcativa que la suya, y ninguna justicia más gloriosa que la suya.

Si, tan sólo para discutir, como te imaginas, no existieran en la esfera de su reino las moradas permanentes, los lugares elevados, las estaciones fijas, las residencias duraderas, o la población residente y satisfecha; si las verdades de su sabiduría, compasión, misericordia y justicia no tuvieran un reino en el cual manifestarse por completo (porque este reino pasajero no es un lugar para que se manifiesten por completo); entonces, estaríamos obligados a negar la sabiduría que vemos, a negar la compasión que observamos, a negar la misericordia que está frente a nuestros ojos, y a negar la justicia cuyos signos son claramente obvios. Esto sería tan caótico como negar el sol, la luz con la que  vemos con claridad al mediodía. También deberíamos considerar a quien del cual proceden, todas estas sabias medidas que vemos, todos estos actos generosos, todos estos regalos de misericordia, como un jugador vil o un tirano traicionero (¡Allah no lo permita!). Esto sería poner la verdad de cabeza.